En Dominicana hay delincuentes hasta en las oficinas de cedulación
¡Abuso contra los ciudadanos de nuestro País no cesa ante la indiferencia oficial!
Santo Domingo, Rep. Dom. Mi esposo Erasmo Pérez y yo, residentes de la Ciudad de Yonkers, en el Estado de Nueva York, EEUU. Nos encontramos en el país de vacaciones con nuestra familia. Nunca imaginamos que seríamos testigos visuales de la cruel artimaña de un raterillo de barrio contra una pobre anciana desvalida.
El 31 de Diciembre decidimos ir al centro de cedulación que queda situado al lado del Juzgado de Paz en la Josefa Brea y Yolanda Guzmán. Estuvimos esperando turno toda la mañana y luego de habernos dicho que a las 12:00: M, cerraban el centro y que solos los últimos diez (dentro los cuales nos encontrábamos) serian atendidos pero cambiaron de idea y a eso de las 11:30: AM, se acerco a nosotros el portero y llamó solo a cinco personas.
Después del portero entrar, se acerco a la fila un desconocido que entraba y salía al centro de cedulación con bastante familiaridad y hasta se sentaba en dadas ocasiones en la silla del portero hablando con el. A seguida de haber entrado las dichas últimas cinco personas, el individuo, que hablaba con el portero todo el tiempo; se dirigió a la fila e inició una conversación con una señora que estaba sentada a mi derecha. Observé con sospecha que el sujeto no paraba de mirar hacia la fila, que por cierto andaba sobrevestido para el día de calor que hacía, todo aquello me resultó sospechoso, me puse a escuchar la conversación que instalo con la señora.
A resultas, el muy vivo le fue haciendo preguntas a las cuales la señora le daba la información que el necesitaba para hacerle creer que la conocía y de hecho ella le tomara confianza. Hasta le dijo que era padrino de uno de sus nietos y la inocente señora se lo creyó. Agregó que conocía toda su familia y vecinos. La ingenua señora consintió todo el cuento, con lo que el plan quedaba consumado. De inmediato el pillo le ofreció ayudarla a pasar porque como “la conocía, le brindaba ayuda para que entrara al centro. De modo que: hablo con el portero, quien supuestamente pidió permiso y le permitieron pasar a la desvalida anciana.
Cuando entraron no podía darle seguimiento a lo que sucedía y di toda mi atención a la protesta que hacíamos mi esposo, yo y otros presentes; por el abuso de cerrar con la gente adentro ya siendo próximos y que solo quedábamos cinco de los últimos diez anunciados.
A todo esto continuaba con mi sospecha porque me parecía un típico caso de los que suceden en Nueva York, puesto que hasta estaba vestido como los ladrones de allá con mucha ropa para ir despojándola cuando corren del lugar del lugar del hecho para que la policía no los pueda identificar. Parece ser que ya dentro del centro de cedulación, el tipo se sentó al lado de la señora y se mostró muy cordial a juzgar por su relato de lo sucedido. En uno de esos momentos de cordialidad, comentó: le dijo el supuesto delincuente vestido de cordero, que el le iba a aguantar el celular y la cartera en lo que ella se tomaba la foto porque supuestamente el celular interfería con las computadoras y maquinarias del centro.
Mientras nosotros y las demás personas seguíamos nuestra protesta hacia el portero afuera del lugar tomando fotos del los empleados que dijeron que no nos iban a atender a pesar de haber pasado el día en el sol y éramos los próximos en turno o sea quedábamos dentro de los últimos diez que dijeron que atenderían y luego cambiaron de parecer.
Nunca imaginamos que la historia tomaría ese dramático giro. Cuando a ratos de nosotros continuar la protesta, escuche a la pobre señora preguntarle al portero por el tipo que supuestamente trabaja en la referida facilidad electoral y le contestó el era el único que trabajaba allí y que seguramente el tipo regresaría porque él (el portero) lo conocía desde que eran niños.
Nunca regresó y se quedó con el dinero el celular y los documentos de la señora, ante esta situación Erasmo y yo decidimos asistir a la desvalida anciana, la lleve a la estación de policía más cercana, mientras él esperaba.
La policía nos presto toda la atención necesaria y regresamos acompañados de una patrulla que inició las investigaciones de lugar: a resumidas cuentas la anciana quedo sin dinero, ni celular y documentos. Eran las seis de la tarde y nosotros nos marchamos luego que llegara el hijo de la señora para llevarla a su hogar. Esa es solo una más de las vicisitudes de la realidad dominicana que nos toca vivir en estos momentos. No puedo imaginar hasta cuando soportará el pueblo dominicano tantos abusos y tantas injusticias frente a un gobierno impasible que nada le importa.
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