Un curioso viajero del metro. Foto: Sarai Campo.
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Por Sarai Campo.
Por Sarai Campo.
Viajar en el metro newyorquino es la oportunidad perfecta para conocer la gran ciudad. Es nunca mejor dicho, conocer un submundo. Incluso llegaréis a creer que el mismísimo John Lennon aun sigue vivo.
Una monta al metro con la esperanza de atinar en la letra y el color y llegar a su destino, pero no es lo único que se pasa por la mente cuando vas acercándote a la estación de turno.
Una monta al metro con la esperanza de atinar en la letra y el color y llegar a su destino, pero no es lo único que se pasa por la mente cuando vas acercándote a la estación de turno.
Los judíos con largos abrigos, y trenzas postizas en la cara, los grandotes negros hip-hoperos, la joven japonesa que con sus palillos engulle el sushi (porque eso no es come), esa señora que no ha tenido tiempo antes de salir de casa y ha decidido cortarse las uñas de camino al trabajo… Cuanto menos, curioso.
Viajar en metro es lo más parecido a conocer a fondo la ciudad. Tienes dos opciones: ponerte los cascos y escuhar tu música, o agarrarte fuerte a la barra y disfrutar. Ningún espectáculo de Broadway merece tanto la pena. Es verdaderamente enriquecedor, y barato, muy barato.
Cierto es que los primeros días no hace más que acrecentar esa sensación de ahogo y enanez que surge al llegar a New York, pero con el tiempo, acaba consiguiendo hacerse querer.
Cierto es que los primeros días no hace más que acrecentar esa sensación de ahogo y enanez que surge al llegar a New York, pero con el tiempo, acaba consiguiendo hacerse querer.
Ya comenté ayer que era como un eterno gusano. Es un gusano como esos que te encuentras en la manzana y nunca llegas a saber hasta donde llegaba realmente, porque es verlo y echarla como si de una bomba a punto de explotar se tratase.
La gente pide, canta, llora, rie e incluso baila en el metro. El señor mayor que tras su pinta de dejado esconde una prodigiosa voz digna de best-seller, esa mujer que teje con mil amores los pololos para el nieto que viene de camino, y ese señor que parece haber salido de un cuento de niños que toca la flauta como si estuviese solo en el mundo… Todos ellos amenizan el viaje y hacen que por un rato te sientas una más.
El metro de New York es un verdadero espectáculo, y a menudo aun no teniendo donde ir, es instintivo montar y mirar. Simplemente viajar en metro es una verdadera experiencia.
Los míticos taxis amarillos los vais a ver ir y venir a cada rato, e incluso tendréis la oportunidad de sacarles alguna que otra foto, pero no dejéis de viajar en el Subway. Eso si; Siempre con plano en mano.
Una vez más, esto es New York.
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